lunes, 3 de noviembre de 2014

SOBRE LA COMUNICACIÓN INCONSCIENTE, O LA CARE'NOVI@

A menudo he oído decir que los caballos son como espejos, que reflejan nuestro interior. No estoy de acuerdo. Los caballos son amplificadores. Cualquiera que sea la emoción que nos gobierna en el momento, pueden no sólo reflejarla; al pivotar desde ella, pueden desplegar actitudes y movimientos que superan lo que nosotros estemos sintiendo. Sucede que hemos sido tan domesticados por nuestra propia especie, que hemos perdido contacto con mucha de nuestra comunicación no verbal; aquella emitida por otros y, aún más importante, la que irradiamos nosotros mismos. En repetidas ocasiones, cuando facilito sesiones entre un caballo y un humano, presencio esta desconexión de nuestras propias emociones, que se manifiesta en nuestro lenguaje corporal. Una de las gracias de jugar con caballos en libertad es que nos permite volver a tomar contacto con nuestros cuerpos y emociones –entre muchas otras cosas– de forma natural; esto, siempre y cuando tengamos una guía, un traductor, una Piedra Roseta que nos permita comunicarnos con los caballos con seguridad.
Luis Miguel, marcando un límite cuando Juguete se acerca con demasiada fuerza.
Foto © O Liliana Sánchez 

Hay una proyección inconsciente, particularmente recurrente, que he observado de manera especial en personas amantes de los caballos. He dado en llamarla un exceso de care’novio o care’novia (del castellano: cara de novio/a, en adelante, care’novi@, pues se da en ambos géneros). Veamos un par de ejemplos.
1. Juana* vino a mí con Estrella, una yegua salvaje de montaña, rescatada de un tratante sospechoso. Como Juana no tenía experiencia previa con caballos, se comunicaba con Estrella de forma espontánea, y pasaban mucho tiempo paseando a pie. Aun cuando tenían un vínculo tal que podían pasear a campo abierto con Estrella completamente suelta, ella tenía problemas de agresividad, y había llegado a amenazar a los visitantes de Juana. Estaba claro desde el comienzo que Juana amaba a Estrella profundamente, y ella aceptaba que había una falta de armonía entre ellas.
En un principio, me enfoqué en el comportamiento de Estrella, y observé que se volvía resistente y amarga en el momento en que yo le pedía que se apartara de mi lado. Justo después volvía hacia mí con toda gentileza, las orejas al frente… y de inmediato las pegaba hacia atrás y me amenazaba con su grupa si yo intentaba apartarla de mí. Cuando me hube asegurado de que el comportamiento de Estrella lo permitía, le pedí a Juana que la pastoreara un poco. Estrella se resistió a las peticiones de Juana, girándose y encarándola con una expresión dulce, luego agachando las orejas y tensando su cuerpo cuando Juana le pedía que se apartara. Juana sabía que necesitaba marcar nuevos límites para Estrella, pero era demasiado fácil caer por las miradas encantadoras de la yegua. A petición mía, Juana persistió en pedirle a Estrella que se girara y se apartara al paso. Esta dinámica fluyó por unos minutos, pero eventualmente Juana se tensionó, y sus movimientos se volvieron abruptos –incluso ásperos, por momentos. Yo podía ver que estaba molesta, intentando seguir mis instrucciones pero sin saber cómo ser directiva sin volverse agresiva. Interrumpimos la sesión, tomamos una pausa para ver movimientos más fluidos, y a medida que Juana se fue relajando, el humor de Estrella se suavizó, y su resistencia gradualmente se disolvió.

2. Pedro trajo a Lucero –un castrado de 9 años a quien mantenía en un centro ecuestre– a un curso de tres días. Cuando le pregunté por su relación, Pedro se quejó de que su caballo no le prestaba atención a menos de que le diera golosinas, y buscó que yo validara su decepción. Yo le expliqué que lo que nosotros los humanos tendemos a interpretar como indiferencia es un comportamiento perfectamente normal en los caballos. Minutos después, mientras se dirigía a los establos a revisar a Lucero, me pidió, en un tono infantil, si podría darle unas zanahorias. En el momento, no supe bien por qué, pero dije “no”. La respuesta fue un puchero de un hombre entrado en los cuarenta. Y mis dudas desaparecieron.
Cuando llevamos a Lucero al corral donde habría de pasar la noche, estaba ansioso. Lo llevé al bebedero y al heno. No se quedaba quieto, relinchando frecuentemente. Yo intentaba ayudarlo a calmarse –pidiéndole amablemente que se apartara del lugar al lado de la entrada donde se paraba a relinchar– cuando me giré y vi a Pedro. Estaba apoyado en la entrada, mentón en mano, con una mirada de absoluta ensoñación, mientras veía a su caballo dar cuerda a su propia angustia en el corral. Pedro no sabía cuánto grano comía Lucero, así que aproveché eso y le pedí que lo averiguase de inmediato. No había pasado un minuto desde que se fue, y Lucero se calmó y empezó a comer heno.
Era claro para mí que Pedro había estado reforzando inconscientemente un patrón de ansiedad en su caballo. De lo que pude ver, no abusaba de él en absoluto, física ni sicológicamente. Por el contrario, lo atiborraba de golosinas –a menudo, me dijo, cuando Lucero piafaba y relinchaba. Con el paso del tiempo, su mera presencia fue suficiente para detonar el desasosiego de su caballo.
A veces, sin darnos cuenta, entrenamos a nuestros caballos a que sean agresivos o ansiosos, aun celebrando cuando actúan desde esas emociones. El problema es que el movimiento en los caballos no viene sin una emoción. Cuando se mueven de cierta forma, se sienten de cierta forma. Y cualquiera que sea la emoción en la que se hallan inmersos cuando los recompensamos, esa emoción volverá  con mayor frecuencia. Los dos ejemplos que describí arriba son de gente recompensando comportamientos agresivos o ansiosos en sus caballos. No sé por qué a veces tendemos a hacer esto. Quizás disfrutamos ver a nuestros caballos expresarse de forma dramática, en lugar de en su estado contemplativo, más usual. Quizás hayamos visto demasiadas películas que representan mal a los caballos. Quizás ni siquiera vemos al caballo, sino una proyección de nosotros mismos. El examen de las razones le corresponde a otros. Yo me ocupo de las dinámicas en sí, pues veo cada vez a más personas bienintencionadas que se meten en problemas con sus caballos por esto.
El autor, embelesado por la abrumadoramente encantadora Yanuba, apenas capaz de esconder sus síntomas de care'novio.
Foto © Jeremías Rodríguez

Cuando interactuamos con caballos en cualquier forma, sea en libertad o no, siempre le pregunto a mis alumnos (¡y a mí mismo!): a cuál caballo estoy recompensando? Al calmado, o al que se me impone y me exige recompensa?; al curioso, o al que no tiene en cuenta mi espacio personal? La recompensa puede ser tan simple como dejar a nuestro caballo ver que puede captar nuestra atención con un comportamiento en particular. En ese sentido, la care’novi@ puede ser muy traicionera, porque los amantes de los caballos a menudo la mostramos inconscientemente, sin darnos cuenta de que estamos recompensando en nuestros caballos precisamente aquellas actitudes de las que luego nos quejamos.
De ninguna manera quiero decir que debamos ser fríos o distantes con nuestros caballos: cualquiera que me haya visto trabajar sabe que me inclino –y bastante– en la dirección opuesta. Me parece divinamente dar rienda suelta a nuestra ternura y sentimientos amorosos… cuando es propicio que nuestro caballo los reciba. Los caballos, cuando se sienten amados por nosotros,  a menudo intentan complacernos, aun si les significa estrés o peligros. Es apenas justo que los guiemos en las mejores direcciones. Un buen primer paso es tomar consciencia de que, incluso si no sabemos que estamos hablando, ellos siempre están escuchando.


* Los nombres de aquí en adelante han sido modificados por la privacidad de los implicados ;-)

miércoles, 1 de octubre de 2014

SOBRE LA COMUNICACIÓN INTRAESPECÍFICA


La vida a veces nos mima: además de dictar dos cursos, uno en Andalucía y otro en Cataluña, en las últimas dos semanas tuve el privilegio de exponer en la 2ª edición del Festival Holístico de Horses and Human y de participar en los primeros Encuentros Profesionales, también de Horses and Human. Hasta donde yo sé, es la primera vez que se lleva a cabo un encuentro así en castellano.
Encuentros Profesionales Horses and Human 2014. Foto © Ferran Ginebrosa 
Mi país natal y mi hogar, Colombia, tiene una extensa cultura ecuestre, pero no son muchos los profesionales que se esmeran por poner el bienestar del caballo por encima de ciertas prioridades humanas. En los eventos de H&H, me sentí muy agradecido por estar en compañía de tantos profesionales formados y talentosos, todos genuinamente preocupados por explorar formas más compasivas de adiestrar y cuidar caballos. Aprendí más de estos temas de lo que hubiera soñado, pero las lecciones que quiero compartir hoy pertenecen por completo al reino de lo humano.
A menudo decimos que estamos “por el caballo”, pero omitimos el hecho de que estamos por nosotros primero. Sí: criamos, compramos, levantamos y mantenemos caballos, elegimos dónde viven, qué (y, a menudo, cuándo) comen, y elegimos a sus compañeros por ellos. Y luego, elegimos qué enseñarles. Podríamos argüir que, en alguna dimensión, los caballos nos han elegido a nosotros. No diré que no. Pero en nuestro nivel consciente ordinario, nosotros somos los responsables. Así que quisiera hablar un poco sobre nosotros, la gente de caballos.   

LA DIVERSIDAD ES RIQUEZA

A lo largo de los Encuentros Profesionales y del Festival, hubo muchos intercambios entre profesionales. Pronto, no hablábamos tan solo de adiestramiento de caballos, sino de nuestros estilos de vida, nuestros retos fuera del picadero, nuestras perspectivas sobre el cuidado de caballos, equipos y, de mayor importancia para mí, la enseñanza de personas y el intercambio de retroalimentación entre profesionales. En verdad, yo había venido preparado para una buena cantidad de choque de egos y acusaciones, a juzgar por cómo la gente se comporta en los clubes ecuestres y en los foros virtuales. También esperaba que alguien se pasara antropomorfizando e interpretando las reacciones de los caballos para ajustarlas a sus teorías sobre el comportamiento de los caballos salvajes y el entrenamiento “correcto”. Hubo algo de eso y me incluyo— pero la dinámica general fue de personas que se escuchaban los unos a los otros con sinceridad, e intercambiaban opiniones, por diferentes que fueran, con respeto y mente abierta. Tuve la fortuna de conocer a tantas de estas personas en tan poco tiempo.
En el Festival Holístico Horses and Human 2014. Foto © O Liliana Sánchez
El mundo ecuestre actual está lleno de juzgamientos sobre lo que está “bien” o “mal”. “Las cabezadas sin embocadura son buenas”, “los bocados son malos”; “el barefoot es bueno”. “las herraduras son malas”, y así. Esta visión a menudo desemboca en agrias discusiones, en las que la gente denuncia las decisiones de los demás, y la responsabilidad se convierte en culpa. Las más de las veces, la gente termina predicando a los conversos. La mayoría de los profesionales que conocí en España fueron de otro tipo; del tipo que quiere difundir un  trabajo más consciente, compartir con diferentes personas del mundo del caballo, y aprender de ellos. Una oportunidad única para este tipo de intercambio son los cursos públicos.

En lo personal, valoro cada vez más los cursos públicos. Por unos días, tengo la oportunidad de conocer a personas de todo tipo, cada uno con sus propias motivaciones y su comprensión del caballo. Puedo escuchar preguntas que nunca se me hubieran ocurrido por mi cuenta; cuando intento responderlas, me llega una nueva comprensión de lo que hacemos con caballos. Ese aprendizaje se multiplica cuando dirijo a los practicantes a comunicarse con caballos, y vamos más allá de las palabras, fruto del pensamiento, y nos adentramos en lo espontáneo del lenguaje corporal. Cuando enseño, evito juicios del tipo “bueno vs. malo”. Encuentro que obstaculizan el aprendizaje, pues engendran culpa, vergüenza y antagonismo. Más bien, procuro pensar en términos de consciencia, conocimiento, causalidad, estilos de comunicación y, particularmente, prioridades.

¿CUÁLES SON TUS PRIORIDADES?

Tuve una alumna que me escribió varias semanas antes de un curso, porque no sabía si valdría la pena para ella venir con su yegua. Me dijo que ya había hecho algo de trabajo en libertad empleando técnicas de un entrenador conocido, y quería saber si yo iba a enseñar cómo controlar los pies del caballo y así. En la línea de publicaciones recientes en el Independent Liberty Trainers Network, le expliqué mi definición del Adiestramiento en Libertad, que parte de una base bastante opuesta al control. Ella pronto vio la diferencia entre nuestra definición de libertad y la que ella conocía, en la que se empieza con aperos y requiere que el entrenador mantenga la atención del caballo constantemente enganchada en él (de acuerdo con la descripción que ella me dio). La alumna fue muy generosa al traer a su yegua al curso, permitir que otros jugaran con ella, y hacerlo ella misma delante de todos. Su yegua tiene unos modales maravillosos, y está claramente vinculada a ella. Cuando vio que todos, incluyendo a su dueña, no estábamos allí para pedirle comportamientos entrenados, que la dejábamos ser quien ella quisiera ser, eligió quedarse cerca de nosotros, dándonos la espalda, mirando a lo lejos calmadamente. La yegua participó de buen grado en interacciones con los practicantes, pero eventualmente volvió a ese estado contemplativo, cerca de nosotros y sin embargo, muy lejos. Consistentemente pidió pausas de esta forma. Su dueña se mostró muy abierta y confiada mientras yo dirigía sus movimientos con su yegua. Este fue un reto único para mí, pues no siempre era fácil mantenerse al margen de los movimientos entrenados que ya salían solos –a las dos! Me esmeré en mantener las interacciones espontáneas y libres, y la dueña hizo un gran trabajo de dejar ir sus hábitos de entrenadora y abrazar la lógica del Adiestramiento en Libertad.
Siendo examinado durante el curso en Málaga. Foto © O Liliana Sánchez
Esta experiencia me sugirió que las transformaciones actuales en el mundo de la gente de caballos no se tratan tanto de correcto vs. incorrecto, sino más bien de volvernos conscientes de nuestras motivaciones y prioridades. Las personas a las que les gusta entrenar a un caballo con aperos para que eventualmente lleve a cabo rutinas de movimientos estando suelto, pueden estar buscando obediencia, exactitud, un espectáculo, o alguna otra meta válida. Lo que siento que me mueve a mí a trabajar en libertad es explorar relaciones con caballos construidas sobre la premisa de que ellos pueden evitar mi entrenamiento si quieren, y que yo no me inmutaré. Si juegan conmigo, es porque lo eligen. Personalmente, hallo esto fascinante para nosotros los humanos y extremadamente beneficioso para los caballos que entrenos; especialmente si más tarde estarán en manos de personas que no practican el Adiestramiento en Libertad. Hay mil razones diferentes por las que estar con caballos. Creo que el primer paso hacia encontrar la mejor manera para nosotros consiste en preguntarnos: ¿cuáles son mis motivaciones?
Esta pregunta se relaciona directamente con los eventos que mencioné al principio, y con gente de caballos intercambiando conocimientos.

EL TONO ES PARTE DEL MENSAJE
Sesión de preguntas durante el curso en Cataluña. Foto © O Liliana Sánchez

Como profesor y adiestrador en libertad, probablemente sea por deformación profesional, pero una de mis principales prioridades al intercambiar conocimientos es la emoción subyacente. ¿Tengo en cuenta los sentimientos de mi interlocutor? ¿Lo escucho mientras habla, o estoy tan sólo preparando mi respuesta? ¿Hago lo mejor que puedo para que le llegue mi mensaje? ¿Está él haciendo lo propio? ¿Nos mostramos la misma cortesía que intentamos mostrar a los caballos?


Por mi experiencia como instructor de técnicas mentales para desarrollar la memoria y la capacidad de aprendizaje, y enseñando lenguas extranjeras por más de diez años, sé que la emoción juega un rol de suma importancia para ayudarnos a retener nuevos conocimientos. También sé que un nuevo comportamiento –sea hablar una lengua extranjera, adoptar un hábito saludable o saltar un obstáculo—se aprende mejor cuando se asocia a un refuerzo positivo: una recompensa que aparece cuando se lleva a cabo el comportamiento deseado. Lo contrario sería el castigo positivo: un estímulo aversivo, que aparece cuando se efectúa un comportamiento indeseado. Cuando miramos el trabajo de otra persona y principalmente señalamos lo que está mal, puede que queramos ayudarlos a mejorar, pero lo cierto es que nuestra atención –y, por consiguiente, la suya—se enfocarán en el fallo, en lugar de la alternativa. Yo intento cuidar tanto mis palabras como el tono que empleo, el lugar desde el cual hablo, pues todos tienen efectos emocionales. En mi propia experiencia como profesor, los humanos en general somos seres sensibles, que aprendemos mejor a través del refuerzo positivo, no tan bien a través del castigo positivo… ¿Suena conocido?

jueves, 3 de julio de 2014

VOLVER A LO BÁSICO

Pero, ¿Qué es lo básico?

Fotos © olilianasanchez.com
Martín compartiendo un momento con Kim, de 4 meses.

¿Alguna vez han visto un caballo veterano en el camino, a cuyo potrero pocos se atreven a entrar? ¿O un poney que es bueno con los niños, pero que se lanza agresivamente hacia quienes pasan frente a su box? ¿Qué hay de un atleta experimentado, que se desempeñan maravillosamente en la arena y sin embargo tira de su manejador y camina de medio lado  cuando se le está llevando de cabestro de un lugar cotidiano a otro? Este tipo de fenómenos me intriga, porque lo veo muy a menudo en centros Ecuestres. Los humanos —y los caballos— podemos adaptarnos fácilmente a situaciones  incómodas tras alguna exposición. Esto ayuda a la supervivencia de las especies.   Sin embargo hoy en día, cuando jugamos con caballos, vamos mucho más allá de la mera supervivencia; no hace falta conformarse con lo incómodo.

 He visto a jinetes dedicados e incluso a entrenadores  profesionales que aceptan los malos comportamientos de sus caballos como "mañas" inevitables. A menudo es el tipo de comportamientos que no parece  afectar la rutina de entrenamiento. "Parecer" es la palabra importante aquí. Cuando observo que este fenómeno se repite una y otra vez (especialmente cuando me sucede a mí!), recuerdo la necesidad constante de volver a la comunicación básica con los caballos. No vaya ser que nos conformemos con un caballo meramente bien entrenado,  en lugar de uno bien educado -muchos parecen pensar que tener  el primero significa que no necesitan el segundo. 

 Mi experiencia me ha enseñado tres nociones básicas sobre los caballos.  Nociones, y no "principios". Las palabras limitan la realidad tanto como la  expresan. Por  supuesto, no soy el primero en tener estas nociones. Han sido señaladas muchas veces; pero siento que no lo suficiente.



LOS CABALLOS LO CAPTAN TODO 

Modales al ir de cabestro: Olivia  camina al lado de Martín con la cuerda suelta.
Martín mira al frente, pero siempre atento a la yegua.
 A menudo le digo a mis alumnos que, lo queramos o no, cada vez que interactuamos con un caballo, lo estamos entrenando.  Puede que no estemos haciéndolo deliberadamente, pero ellos siempre están tomando nota. Lo que es más, simplemente por estar cerca de ellos, ellos  captan información. Aún no hay forma de saber cuánta. A pesar de lo que dicen algunos, no tengo el don de la telepatía, así que hace tiempo decidí asumir que los caballos lo captan todo. Esto incluye todo lo que hago, mucho de lo que pienso, y ciertamente todo lo que siento cuando estoy con ellos. Esta aproximación algo simplista me ha sido de gran ayuda tanto con potros como con veteranos. Puede que se estén preguntando: ¿por dónde empiezo? 

Siento que la mejor manera de acercarnos a la percepción que tienen los caballos de la realidad, para comprenderlos mejor, es dejar que nuestros pensamientos se deslicen a través de nuestra mente, y permitirle al momento ocuparla por completo. Si esto suena algo esotérico, básicamente dirijo mi atención a mi entorno, a través de todos mis sentidos. De este modo: la temperatura del aire, la luz, la sensación del viento, los sonidos a nuestro alrededor y en la distancia, la velocidad y la profundidad de mi respiración, los olores; y, finalmente, las diferentes presencias en nuestro entorno. A veces incluso busco pequeños insectos en el suelo a mi alrededor, y esto sirve para aclarar mi mente.  Las técnicas de respiración, la meditación y otras herramientas pueden ayudarnos a aclarar nuestras mentes para que puedan de este modo recibir la información principal: ¿Quién es mi caballo ahora?  No es una errata: quiero decir "quien".

Y esto nos lleva a la segunda realidad importante acerca de los caballos. 

 LOS CABALLOS VIVEN EN EL AQUÍ Y EL AHORA 

Del potrero a la arena: Chiara está relajada y concentrada. No se distrae por la hierba
y le da a Martín suficiente espacio para que los dos caminen con
  
seguridad.
Martín deja la cuerda larga para darle a Chiara más responsabilidad por su camino.
Esto lo comparto desde mi propia experiencia; aunque varios etólogos y entrenadores de caballos concuerdan en este punto.  Ilustrémoslo con un ejemplo. Les ruego acepten esta traducción —meramente especulativa— del tren de conciencia de un potro, cuando lo llevamos por primera vez a las nuevas duchas que acabamos de instalar:

"No sé si esto me gusta. Quiero irme [ahora]. No sé lo que eso ['30 segundos más'] significa. Sé que mis amigos están aquí mismo, en el potrero. No estoy con ellos. ¡Quiero estar con ellos [ahora mismo]!  ¡Oh, zanahorias! Ñam… ¡Me gusta estar aquí!"
Momentos después: "Ñam, ñam— ¡Eh, un momento, aún quedan zanahorias! ¡Quiero volver y  acabármelas [ahora]! ¡Oh, mira, mis amigos!  Me gusta estar aquí con ellos."


Las palabras entre corchetes son adiciones mías para mejor comprensión de los humanos. De lo que ha aprendido, los caballos no tienen ningún concepto del tiempo, así que el "ahora" siempre está implicado, y ellos ni siquiera procesan una construcción humana como "30 segundos". 

Me gustaría que imaginaran como se traduciría este monólogo mental en las actitudes y acciones del potro. Piensen en cómo cada momento viene con una emoción, una tendencia hacia una acción, y cómo estas pueden cambiar instantáneamente, dependiendo de las circunstancias. Siempre aquí y ahora. De esta forma, siempre presto atención a clientes mi caballo ahora mismo. ¿Es el viejo confiable  que lo ha visto todo? ¿O es el potro inquieto que puede espantarse en cualquier momento? Y estoy hablando de un mismo caballo. Esto mantiene nuestra relación real, en el único lugar y el único tiempo que podemos experimentar directamente: el aquí y el ahora. Al estar presentes en el presente (valga la redundancia) estamos en una posición mucho más ventajosa para comunicarnos con un caballo. La comunicación, por supuesto, incluye el entrenamiento, pero como dije al principio, no nos preocupa únicamente el entrenamiento. Nos preocupan el comportamiento y los modales básicos —y esto requiere un tipo particular de comunicación.

 LOS CABALLOS SIENTEN MUCHO MÁS DE LO QUE PIENSAN


Cuando pensamos en nuestras relaciones con caballos, estamos acostumbrados a pensar en términos de entrenamiento. Frecuentemente, esto lleva una cadena de asociaciones de las cuales no somos siempre conscientes.  Igualamos la arena a un salón de clase, el caballo a un alumno, el entrenador a un mmanera aestro, y el entrenamiento a un currículo. A menudo se organiza el entrenamiento de manera secuencial: primero se enseñan los comportamientos más básicos, y se construyen sobre ellos comportamientos cada vez más sofisticados; y  se espera que el caballo realice consistentemente los comportamientos que "ya se han entrenado". Siempre se entrena la parada desde el paso antes de hacerlo desde el trote, y así sucesivamente, ¿cierto? ¿O falso? Una aproximación tan lógica puede limitarnos enormemente.

Cuando nos acercamos al caballo con un programa demasiado rígido, perdemos valiosas oportunidades de comunicación.  Cuando no reconocemos el estado de ánimo del caballo durante el entrenamiento, y simplemente seguimos presionando, éste puede no entender lo que le pedimos. En ciertos casos, el caballo se cerrará, perderá el interés por aprender, y se someterá en una obediencia apagada; en los peores casos, puede tensionarse, responder a nuestras ayudas con resistencia, y terminar en un conflicto con nosotros. Aún si "ganamos" estas batallas, la relación probablemente no se beneficiará de esto. La mayoría de la gente quiere llegar a ese punto en el que el caballo entiende cuándo se espera de él que se relaje y se concentre. Pues bien, eso no sucede espontáneamente. Estas expectativas llevan a muchos jinetes frustrados y, lo que es peor, un jinete que se resigna a emplear ayudas cada vez más fuertes, lo que resulta, o en una relación conflictiva, o en un caballo apagado que "necesita" espuelas o frenos más grandes para "comportarse".

El cerebro de un caballo es proporcionalmente pequeño, mientras que su corazón es inmenso, comparados con los nuestros. Tomar esto como una metáfora de sus capacidades intelectuales y emocionales nos es de gran ayuda en todas nuestras interacciones con caballos. Para facilitar el aprendizaje de un comportamiento particular, primero que todo me concentro en el estado de ánimo del caballo, en sus emociones dominantes. Esto me permite anticipar sus tendencias, y adaptar mi entrenamiento a ellas. Cuando le presto atención al estado emocional de mi caballo, puedo nutrir nuestro vínculo al mismo tiempo que lo entreno. Esto mejora su desempeño y, lo que es más, la calidad de vida de ambos.

¿Recuerdan los casos que describí al comienzo? Pues bien, podemos prevenirlos. ¿Cómo?  Teniendo en mente una realidad que se desprende de la primera noción que mencioné arriba, y es la siguiente: todo es una oportunidad de aprendizaje. Un nuevo barril que alguien dejó en el camino; el camión del heno que se aproxima a la bodega; un perro juguetón; un desagüe  sospechoso por el que pasamos de camino a la arena.  Todo es una oportunidad de aprendizaje para el caballo. Todo es una oportunidad de aprendizaje para nosotros.  Es nuestra responsabilidad determinar qué tipo de comportamientos queremos fomentar, tanto en ellos como en nosotros mismos. 


*Kim, Olivia y Chiara viven en Haras Sotavento, en Cota, Colombia.



sábado, 7 de junio de 2014

12-14 DE SEPTIEMBRE: CLINIC EN BARCELONA, ESPAÑA

¿Te has preguntado cómo sería tu relación con tu caballo si no hubiera cuerdas ni cercas de por medio?
¿Te intrigan las reacciones y los cambios de ánimo de tu caballo?
¿Te gustaría aprender a comunicarse con tu caballo en su propio lenguaje, para crear un vínculo profundo y duradero?
En el curso exploraremos las respuestas a éstas y otras preguntas.
¡Ven y experimenta una nueva forma de entender a los caballos!


Organiza: Horses and Human


 

jueves, 22 de mayo de 2014

Taller: Comunicación emocional con caballos

Los días 21 y 22 de junio tendremos un taller en torno a un elemento fundamental en la comunicación entre humanos y caballos: las emociones. 
Es tan importante conectarnos con nuestras propias emociones como con las del caballo. Y no sólo podemos ir más allá de la conciencia racional y la interpretación, sino que podemos aprender a desarrollar nuestra intuición para comunicarnos de manera más directa y oportuna.



Este taller tiene tan sólo 8 cupos, para que podamos profundizar en la práctica del lenguaje corporal significativo y genuino, que surge de la emoción y la modula al expresarla. Esta práctica nos lleva a desarrollar un liderazgo atractivo para los caballos, que responden dando lo mejor de sí, desde adentro hacia afuera.

Informes: lauraburz92@gmail.com