jueves, 3 de julio de 2014

VOLVER A LO BÁSICO

Pero, ¿Qué es lo básico?

Fotos © olilianasanchez.com
Martín compartiendo un momento con Kim, de 4 meses.

¿Alguna vez han visto un caballo veterano en el camino, a cuyo potrero pocos se atreven a entrar? ¿O un poney que es bueno con los niños, pero que se lanza agresivamente hacia quienes pasan frente a su box? ¿Qué hay de un atleta experimentado, que se desempeñan maravillosamente en la arena y sin embargo tira de su manejador y camina de medio lado  cuando se le está llevando de cabestro de un lugar cotidiano a otro? Este tipo de fenómenos me intriga, porque lo veo muy a menudo en centros Ecuestres. Los humanos —y los caballos— podemos adaptarnos fácilmente a situaciones  incómodas tras alguna exposición. Esto ayuda a la supervivencia de las especies.   Sin embargo hoy en día, cuando jugamos con caballos, vamos mucho más allá de la mera supervivencia; no hace falta conformarse con lo incómodo.

 He visto a jinetes dedicados e incluso a entrenadores  profesionales que aceptan los malos comportamientos de sus caballos como "mañas" inevitables. A menudo es el tipo de comportamientos que no parece  afectar la rutina de entrenamiento. "Parecer" es la palabra importante aquí. Cuando observo que este fenómeno se repite una y otra vez (especialmente cuando me sucede a mí!), recuerdo la necesidad constante de volver a la comunicación básica con los caballos. No vaya ser que nos conformemos con un caballo meramente bien entrenado,  en lugar de uno bien educado -muchos parecen pensar que tener  el primero significa que no necesitan el segundo. 

 Mi experiencia me ha enseñado tres nociones básicas sobre los caballos.  Nociones, y no "principios". Las palabras limitan la realidad tanto como la  expresan. Por  supuesto, no soy el primero en tener estas nociones. Han sido señaladas muchas veces; pero siento que no lo suficiente.



LOS CABALLOS LO CAPTAN TODO 

Modales al ir de cabestro: Olivia  camina al lado de Martín con la cuerda suelta.
Martín mira al frente, pero siempre atento a la yegua.
 A menudo le digo a mis alumnos que, lo queramos o no, cada vez que interactuamos con un caballo, lo estamos entrenando.  Puede que no estemos haciéndolo deliberadamente, pero ellos siempre están tomando nota. Lo que es más, simplemente por estar cerca de ellos, ellos  captan información. Aún no hay forma de saber cuánta. A pesar de lo que dicen algunos, no tengo el don de la telepatía, así que hace tiempo decidí asumir que los caballos lo captan todo. Esto incluye todo lo que hago, mucho de lo que pienso, y ciertamente todo lo que siento cuando estoy con ellos. Esta aproximación algo simplista me ha sido de gran ayuda tanto con potros como con veteranos. Puede que se estén preguntando: ¿por dónde empiezo? 

Siento que la mejor manera de acercarnos a la percepción que tienen los caballos de la realidad, para comprenderlos mejor, es dejar que nuestros pensamientos se deslicen a través de nuestra mente, y permitirle al momento ocuparla por completo. Si esto suena algo esotérico, básicamente dirijo mi atención a mi entorno, a través de todos mis sentidos. De este modo: la temperatura del aire, la luz, la sensación del viento, los sonidos a nuestro alrededor y en la distancia, la velocidad y la profundidad de mi respiración, los olores; y, finalmente, las diferentes presencias en nuestro entorno. A veces incluso busco pequeños insectos en el suelo a mi alrededor, y esto sirve para aclarar mi mente.  Las técnicas de respiración, la meditación y otras herramientas pueden ayudarnos a aclarar nuestras mentes para que puedan de este modo recibir la información principal: ¿Quién es mi caballo ahora?  No es una errata: quiero decir "quien".

Y esto nos lleva a la segunda realidad importante acerca de los caballos. 

 LOS CABALLOS VIVEN EN EL AQUÍ Y EL AHORA 

Del potrero a la arena: Chiara está relajada y concentrada. No se distrae por la hierba
y le da a Martín suficiente espacio para que los dos caminen con
  
seguridad.
Martín deja la cuerda larga para darle a Chiara más responsabilidad por su camino.
Esto lo comparto desde mi propia experiencia; aunque varios etólogos y entrenadores de caballos concuerdan en este punto.  Ilustrémoslo con un ejemplo. Les ruego acepten esta traducción —meramente especulativa— del tren de conciencia de un potro, cuando lo llevamos por primera vez a las nuevas duchas que acabamos de instalar:

"No sé si esto me gusta. Quiero irme [ahora]. No sé lo que eso ['30 segundos más'] significa. Sé que mis amigos están aquí mismo, en el potrero. No estoy con ellos. ¡Quiero estar con ellos [ahora mismo]!  ¡Oh, zanahorias! Ñam… ¡Me gusta estar aquí!"
Momentos después: "Ñam, ñam— ¡Eh, un momento, aún quedan zanahorias! ¡Quiero volver y  acabármelas [ahora]! ¡Oh, mira, mis amigos!  Me gusta estar aquí con ellos."


Las palabras entre corchetes son adiciones mías para mejor comprensión de los humanos. De lo que ha aprendido, los caballos no tienen ningún concepto del tiempo, así que el "ahora" siempre está implicado, y ellos ni siquiera procesan una construcción humana como "30 segundos". 

Me gustaría que imaginaran como se traduciría este monólogo mental en las actitudes y acciones del potro. Piensen en cómo cada momento viene con una emoción, una tendencia hacia una acción, y cómo estas pueden cambiar instantáneamente, dependiendo de las circunstancias. Siempre aquí y ahora. De esta forma, siempre presto atención a clientes mi caballo ahora mismo. ¿Es el viejo confiable  que lo ha visto todo? ¿O es el potro inquieto que puede espantarse en cualquier momento? Y estoy hablando de un mismo caballo. Esto mantiene nuestra relación real, en el único lugar y el único tiempo que podemos experimentar directamente: el aquí y el ahora. Al estar presentes en el presente (valga la redundancia) estamos en una posición mucho más ventajosa para comunicarnos con un caballo. La comunicación, por supuesto, incluye el entrenamiento, pero como dije al principio, no nos preocupa únicamente el entrenamiento. Nos preocupan el comportamiento y los modales básicos —y esto requiere un tipo particular de comunicación.

 LOS CABALLOS SIENTEN MUCHO MÁS DE LO QUE PIENSAN


Cuando pensamos en nuestras relaciones con caballos, estamos acostumbrados a pensar en términos de entrenamiento. Frecuentemente, esto lleva una cadena de asociaciones de las cuales no somos siempre conscientes.  Igualamos la arena a un salón de clase, el caballo a un alumno, el entrenador a un mmanera aestro, y el entrenamiento a un currículo. A menudo se organiza el entrenamiento de manera secuencial: primero se enseñan los comportamientos más básicos, y se construyen sobre ellos comportamientos cada vez más sofisticados; y  se espera que el caballo realice consistentemente los comportamientos que "ya se han entrenado". Siempre se entrena la parada desde el paso antes de hacerlo desde el trote, y así sucesivamente, ¿cierto? ¿O falso? Una aproximación tan lógica puede limitarnos enormemente.

Cuando nos acercamos al caballo con un programa demasiado rígido, perdemos valiosas oportunidades de comunicación.  Cuando no reconocemos el estado de ánimo del caballo durante el entrenamiento, y simplemente seguimos presionando, éste puede no entender lo que le pedimos. En ciertos casos, el caballo se cerrará, perderá el interés por aprender, y se someterá en una obediencia apagada; en los peores casos, puede tensionarse, responder a nuestras ayudas con resistencia, y terminar en un conflicto con nosotros. Aún si "ganamos" estas batallas, la relación probablemente no se beneficiará de esto. La mayoría de la gente quiere llegar a ese punto en el que el caballo entiende cuándo se espera de él que se relaje y se concentre. Pues bien, eso no sucede espontáneamente. Estas expectativas llevan a muchos jinetes frustrados y, lo que es peor, un jinete que se resigna a emplear ayudas cada vez más fuertes, lo que resulta, o en una relación conflictiva, o en un caballo apagado que "necesita" espuelas o frenos más grandes para "comportarse".

El cerebro de un caballo es proporcionalmente pequeño, mientras que su corazón es inmenso, comparados con los nuestros. Tomar esto como una metáfora de sus capacidades intelectuales y emocionales nos es de gran ayuda en todas nuestras interacciones con caballos. Para facilitar el aprendizaje de un comportamiento particular, primero que todo me concentro en el estado de ánimo del caballo, en sus emociones dominantes. Esto me permite anticipar sus tendencias, y adaptar mi entrenamiento a ellas. Cuando le presto atención al estado emocional de mi caballo, puedo nutrir nuestro vínculo al mismo tiempo que lo entreno. Esto mejora su desempeño y, lo que es más, la calidad de vida de ambos.

¿Recuerdan los casos que describí al comienzo? Pues bien, podemos prevenirlos. ¿Cómo?  Teniendo en mente una realidad que se desprende de la primera noción que mencioné arriba, y es la siguiente: todo es una oportunidad de aprendizaje. Un nuevo barril que alguien dejó en el camino; el camión del heno que se aproxima a la bodega; un perro juguetón; un desagüe  sospechoso por el que pasamos de camino a la arena.  Todo es una oportunidad de aprendizaje para el caballo. Todo es una oportunidad de aprendizaje para nosotros.  Es nuestra responsabilidad determinar qué tipo de comportamientos queremos fomentar, tanto en ellos como en nosotros mismos. 


*Kim, Olivia y Chiara viven en Haras Sotavento, en Cota, Colombia.