La vida a veces nos mima: además de
dictar dos cursos, uno en Andalucía y otro en Cataluña, en las últimas dos
semanas tuve el privilegio de exponer en la 2ª edición del Festival Holístico de Horses and Human y de participar en los
primeros Encuentros Profesionales, también de Horses and Human. Hasta donde yo sé, es la primera vez que se lleva a cabo
un encuentro así en castellano.
Encuentros Profesionales Horses and Human 2014. Foto © Ferran Ginebrosa |
A menudo decimos que estamos “por el
caballo”, pero omitimos el hecho de que estamos por nosotros primero. Sí:
criamos, compramos, levantamos y mantenemos caballos, elegimos dónde viven, qué
(y, a menudo, cuándo) comen, y elegimos a sus compañeros por ellos. Y luego,
elegimos qué enseñarles. Podríamos argüir que, en alguna dimensión, los
caballos nos han elegido a nosotros. No diré que no. Pero en nuestro nivel
consciente ordinario, nosotros somos los responsables. Así que quisiera hablar
un poco sobre nosotros, la gente de caballos.
LA
DIVERSIDAD ES RIQUEZA
A lo largo de los Encuentros
Profesionales y del Festival, hubo muchos intercambios entre profesionales.
Pronto, no hablábamos tan solo de adiestramiento de caballos, sino de nuestros
estilos de vida, nuestros retos fuera del picadero, nuestras perspectivas sobre
el cuidado de caballos, equipos y, de mayor importancia para mí, la enseñanza
de personas y el intercambio de retroalimentación entre profesionales. En
verdad, yo había venido preparado para una buena cantidad de choque de egos y
acusaciones, a juzgar por cómo la gente se comporta en los clubes ecuestres y
en los foros virtuales. También esperaba que alguien se pasara antropomorfizando
e interpretando las reacciones de los caballos para ajustarlas a sus teorías
sobre el comportamiento de los caballos salvajes y el entrenamiento “correcto”. Hubo algo de eso —y me incluyo— pero la
dinámica general fue de personas que se escuchaban los unos a los otros con
sinceridad, e intercambiaban opiniones, por diferentes que fueran, con respeto
y mente abierta. Tuve la fortuna de conocer a tantas de estas personas en tan
poco tiempo.
En el Festival Holístico Horses and Human 2014. Foto © O Liliana Sánchez |
El mundo ecuestre actual está lleno de
juzgamientos sobre lo que está “bien” o “mal”. “Las cabezadas sin embocadura
son buenas”, “los bocados son malos”; “el barefoot es bueno”. “las herraduras
son malas”, y así. Esta visión a menudo desemboca en agrias discusiones, en las
que la gente denuncia las decisiones de los demás, y la responsabilidad se
convierte en culpa. Las más de las veces, la gente termina predicando a los
conversos. La mayoría de los profesionales que conocí en España fueron de otro
tipo; del tipo que quiere difundir un
trabajo más consciente, compartir con diferentes personas del mundo del
caballo, y aprender de ellos. Una oportunidad única para este tipo de
intercambio son los cursos públicos.
En lo personal, valoro cada vez más los
cursos públicos. Por unos días, tengo la oportunidad de conocer a personas de
todo tipo, cada uno con sus propias motivaciones y su comprensión del caballo.
Puedo escuchar preguntas que nunca se me hubieran ocurrido por mi cuenta;
cuando intento responderlas, me llega una nueva comprensión de lo que hacemos
con caballos. Ese aprendizaje se multiplica cuando dirijo a los practicantes a
comunicarse con caballos, y vamos más allá de las palabras, fruto del
pensamiento, y nos adentramos en lo espontáneo del lenguaje corporal. Cuando
enseño, evito juicios del tipo “bueno vs. malo”. Encuentro que obstaculizan el
aprendizaje, pues engendran culpa, vergüenza y antagonismo. Más bien, procuro
pensar en términos de consciencia, conocimiento, causalidad, estilos de
comunicación y, particularmente, prioridades.
¿CUÁLES
SON TUS PRIORIDADES?
Tuve una alumna que me escribió varias
semanas antes de un curso, porque no sabía si valdría la pena para ella venir
con su yegua. Me dijo que ya había hecho algo de trabajo en libertad empleando
técnicas de un entrenador conocido, y quería saber si yo iba a enseñar cómo
controlar los pies del caballo y así. En la línea de publicaciones recientes en
el Independent Liberty Trainers Network,
le expliqué mi definición del Adiestramiento en Libertad, que parte de una base
bastante opuesta al control. Ella pronto vio la diferencia entre nuestra
definición de libertad y la que ella conocía, en la que se empieza con aperos y
requiere que el entrenador mantenga la atención del caballo constantemente
enganchada en él (de acuerdo con la descripción que ella me dio). La alumna fue
muy generosa al traer a su yegua al curso, permitir que otros jugaran con ella,
y hacerlo ella misma delante de todos. Su yegua tiene unos modales maravillosos,
y está claramente vinculada a ella. Cuando vio que todos, incluyendo a su
dueña, no estábamos allí para pedirle comportamientos entrenados, que la
dejábamos ser quien ella quisiera ser, eligió quedarse cerca de nosotros,
dándonos la espalda, mirando a lo lejos calmadamente. La yegua participó de
buen grado en interacciones con los practicantes, pero eventualmente volvió a
ese estado contemplativo, cerca de nosotros y sin embargo, muy lejos.
Consistentemente pidió pausas de esta forma. Su dueña se mostró muy abierta y
confiada mientras yo dirigía sus movimientos con su yegua. Este fue un reto
único para mí, pues no siempre era fácil mantenerse al margen de los
movimientos entrenados que ya salían solos –a las dos! Me esmeré en mantener
las interacciones espontáneas y libres, y la dueña hizo un gran trabajo de
dejar ir sus hábitos de entrenadora y abrazar la lógica del Adiestramiento en
Libertad.
Siendo examinado durante el curso en Málaga. Foto © O Liliana Sánchez |
Esta experiencia me sugirió que las
transformaciones actuales en el mundo de la gente de caballos no se tratan
tanto de correcto vs. incorrecto, sino más bien de volvernos conscientes de
nuestras motivaciones y prioridades. Las personas a las que les gusta entrenar
a un caballo con aperos para que eventualmente lleve a cabo rutinas de
movimientos estando suelto, pueden estar buscando obediencia, exactitud, un
espectáculo, o alguna otra meta válida. Lo que siento que me mueve a mí a
trabajar en libertad es explorar relaciones con caballos construidas sobre la
premisa de que ellos pueden evitar mi entrenamiento si quieren, y que yo no me
inmutaré. Si juegan conmigo, es porque lo eligen. Personalmente, hallo esto
fascinante para nosotros los humanos y extremadamente beneficioso para los
caballos que entrenos; especialmente si más tarde estarán en manos de personas
que no practican el Adiestramiento en Libertad. Hay mil razones diferentes por
las que estar con caballos. Creo que el primer paso hacia encontrar la mejor
manera para nosotros consiste en preguntarnos: ¿cuáles son mis motivaciones?
Esta pregunta se relaciona directamente
con los eventos que mencioné al principio, y con gente de caballos
intercambiando conocimientos.
EL TONO ES PARTE DEL MENSAJE
Sesión de preguntas durante el curso en Cataluña. Foto © O Liliana Sánchez |
Como profesor y adiestrador en libertad,
probablemente sea por deformación profesional, pero una de mis principales
prioridades al intercambiar conocimientos es la emoción subyacente. ¿Tengo en
cuenta los sentimientos de mi interlocutor? ¿Lo escucho mientras habla, o estoy
tan sólo preparando mi respuesta? ¿Hago lo mejor que puedo para que le llegue
mi mensaje? ¿Está él haciendo lo propio? ¿Nos mostramos la misma cortesía que
intentamos mostrar a los caballos?
Por mi experiencia como instructor de
técnicas mentales para desarrollar la memoria y la capacidad de aprendizaje, y
enseñando lenguas extranjeras por más de diez años, sé que la emoción juega un
rol de suma importancia para ayudarnos a retener nuevos conocimientos. También
sé que un nuevo comportamiento –sea hablar una lengua extranjera, adoptar un
hábito saludable o saltar un obstáculo—se aprende mejor cuando se asocia a un
refuerzo positivo: una recompensa que aparece cuando se lleva a cabo el
comportamiento deseado. Lo contrario sería el castigo positivo: un estímulo
aversivo, que aparece cuando se efectúa un comportamiento indeseado. Cuando
miramos el trabajo de otra persona y principalmente señalamos lo que está mal,
puede que queramos ayudarlos a mejorar, pero lo cierto es que nuestra atención
–y, por consiguiente, la suya—se enfocarán en el fallo, en lugar de la
alternativa. Yo intento cuidar tanto mis palabras como el tono que empleo, el
lugar desde el cual hablo, pues todos tienen efectos emocionales. En mi propia
experiencia como profesor, los humanos en general somos seres sensibles, que
aprendemos mejor a través del refuerzo positivo, no tan bien a través del
castigo positivo… ¿Suena conocido?