viernes, 30 de abril de 2010

El trabajo en suelo: los comienzos

Cuando empecé a trabajar con caballos, tenía las nociones clásicas – y no tan clásicas – del uso de la presión y la cesión para entrenar prácticamente cualquier respuesta en un caballo. Las había aprendido en unos cursos que entran en el cajón de sastre de lo que llaman doma racional, y las había articulado con lo que había aprendido en mi infancia y adolescencia sobre cómo tratar a un caballo.
Al toparme con varios obstáculos y verme en situaciones de entrenamiento muy confusas y/o tensas para mi gusto, fueron surgiendo las preguntas que referí en la entrada anterior.
Esas preguntas me llevaron a buscar un medio más adecuado para comunicarme. Como desde el colegio me incliné por los idiomas y la música, fue natural buscar por los lados del lenguaje y el ritmo.
La mayor inspiración para estudiar el lenguaje de los caballos, la encontré en el trabajo de Klaus Ferdinand Hempfling. Este genio alemán señala el camino de vuelta al tipo de comunión que se tenía antiguamente con los caballos en Europa. Su forma de trabajar se basa en el lenguaje corporal, primero para comunicarse, y luego para condicionar las respuestas del caballo. El siguiente es un ejemplo de su trabajo.



Cuando vi que algo así era posible, me dije que quería seguir ese camino. Un camino largo, y por eso mismo, valioso. Así que compré los dos libros de Hempfling traducidos del alemán (hoy ya hay un tercero en inglés), y me puse a experimentar siguiendo esa guía.

Pronto aprendí que, cuando dejamos de usar cuerdas o riendas como el principal elemento de control, cuando dejamos más libertad de movimiento al caballo y nos comunicamos con él por medio de nuestro cuerpo, no sólo aprende más rápido y se mueve mejor, sino que también desarrolla un respeto y una confianza muy grandes. Como ya no contaba sino con mi cuerpo y posicionamiento para comunicarme, tuve que aprender a controlar mis movimientos y actitudes con precisión.
Este lenguaje corporal, si bien se mostró eficaz, tenía fallos de forma al principio.

Para la muestra, un video de noviembre de 2008 que encontré hace poco. Entonces, llevaba menos de tres meses estudiando el lenguaje de Hempfling junto con Babieca, el caballo del video.




En esta etapa del trabajo, el joven caballo entero se mantiene demasiado pegado a mí. Más adelante, le enseñé a alejarse y acercarse según se lo pidiera. También se ve, al final del video, cómo aún le falta trabajo al cambio de mano en libertad, que sin embargo se corrige sin recurrir a medios mecánicos.
Aún cuando tenía que pulir más mi conducción, había conseguido algo muy importante: la concentración y la voluntad de trabajo del caballo. Esto se aprecia especialmente en el último tercio del video, cuando le pido que se detenga cerca del caballo de tiro, otro entero, del que no lo separa más que una débil cinta de obra. Esta cinta no le supone un obstáculo físico, pues durante su entrenamiento la había roto en varias ocasiones, hasta que aprendió a respetarla como un límite visual.
Cabe notar, también, que en esa época aún no había empezado a usar premios en forma de comida.
En la próxima entrada hablaré de cómo se traduce este entrenamiento al trabajo montado.

3 comentarios:

SUPERCONTRA dijo...

A mí no me engaña, es evidente el uso de electrodos en las partes nobles del animalito. De ahí que sea tan importante que sean "enteros".

Además, un par de sugerencias:

1. Déjese el bigote. Los precursores de una disciplina (o arte, no sé cómo lo cataloga) siempre tienen algún tipo de gracia en los bellos faciales.

2. Incluya bloopers!

Un abrazo, gracias por ilustrarnos en el tema

:)

jpbeltran dijo...

Estoy de acuerdo con lo del bigote y los bloopers. Me encanta que tenga blog para poder seguir sus andanzas o danzas con los caballos.

un abrazo

Martín Contreras dijo...

¡Diantres, me pilló! ¡Desenmascarado tan pronto! Gracias por los comentarios. En cuanto a las sugerencias:
1) La novia no me deja.
2) Afortunadamente, no hay muchos "bloopers", pero si registro alguno, lo publicaré en sección especial, jeje.
Abrazos

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